lunes, 22 de agosto de 2011

CUADERNOS DE VERANO II : MUSWELL HILL: THE KINKDOM

Recorta y pega a los Kinks clásicos.

Todo un acierto, visitar un lazy sunday de julio Muswell Hill, o lo que es lo mismo el Belén de los Davies, la tierra de los sueños de teteras y sombreros como el de la Princesa Marina.
Nada puede explicar mejor la magia kinky que una pequeña incursión en su mundo , en el que prácticamente, salvo algunos cambios de los usos de las lonjas eduardianas, todo se mantiene como una auténtica London Green Preservation Society.
El centro , zona 1 y 2 , lo que todos vemos, es un ir y venir de guiris y peña con la cinta en los ojos puesta y yo me propuse esta vez, la cuarta, aunque bien podría ser la tercera pues la primera fue de paso a otro peregrinaje, no ver siquiera el Big Ben ni de lejos, cosa que, por otro lado, resulta totalmente imposible.
Domingo y soleado, Amy ya palmera la pobre ¿ no es toda una milonga aprovechar ese boleto que es el astro rey para lanzarse al tren desde Sheperds Bush (The Who land) hasta Hampstead Heath, ese bosque en el que puedes encontrarte cazando a Enrique VIII y que es el auténtico pulmón de la metrópoli ? (forget Hyde Park, un campo de fútbol comparado)
Allí las nubecillas blancas de caprichosas formas quisieron formar comics de las imágenes del Arthur o del Village Green y con my darling companion pasear las colinas e imaginar, lo cual es sencillo por su tremendo poder evocador, supuso una jornada de paz en el borde de la ciudad. !Qué distinto ese Londres y en domingo!
Descifrando el ángulo de enfoque de la rotaflex de la cover del Village Green, en la última campa subiendo a Kenwood House, ese palacete  victoriano con nombre tan Hi-Fi, para tratar de recortar los colores pastel de los pullovers de esos cuatro chicos que representaban la tercera vía del pop, los Beach Boys ingleses, los reyes de la ensoñación con el extra de  las letras con chicha y  limoná o simplemente reales.
Los Kinks representaron el exilio del swinging sixties entre los claroscuros de los parques, pero para mi son la noche de reyes y la mañana de roscón o su equivalente british, la historia de una niñez de pinturas Manley y premio de bollo de mantequilla el día que tu madre te llevaba al médico y no te ponías demasiado petardo cuando te miraba la amigdalitis.
Pasear por Hampstead Heath fue un deseo cumplido y superar expectativas porque no podía ser de otra forma, la belleza surge de sitios así de impresionantes.
Pero más acertado aún fue patear y llegar a los sitios sin ruedas, una paliza para un recuerdo imborrable: de suroeste a norte todo el parque hasta Kenwood House, picnic frugal caleidoscópico y rumbo al norte por Sheldom Avenue, una suerte de Cyprus Avenue de mansioncitas y jardines perfectos...caught one more time...way upon,way upon...the avenue.
Y el tiempo y las piernas vuelan y no duelen porque tus ojos ponen banda sonora a todo aquello como si lo hubieras vivido y todo gracias a un chaval que por allí se fascinó y lo supo destilar y preservar con unas gotas de modernidad, las justas que da el sagrado rock and roll, el saber desde que lo escuchas que el señor Buddy Holly es más santo que Pedro...
Ya cerca de Highgate en la Cherry Tree Hill se presagiaba cerca el destino: ¿tiramos para Fortis Green o para Broadway, las dos arterias vivas de Muswell Hill? ¿Será ese el Instituto de los brothers?
Optamos por lo segundo, era cuestión de atisbar primero el campanario (the church, ,the clock the steeple...) y después esas hileras de casas eduardianas marcando en sus finales unos perfectos circus y todo se entendía, el universo Kinks tenía allí su razón de ser.
Aquello no es Londres, Muswell Hill es una pretty aldea dentro de la urbe y un privilegio: que un autobús te lleve a Tottenham Court Road en media hora pasada pero, sin embargo, que aquello aunque con el mismo alcalde... nada tenga que ver con la fauna y flora que pasea de Chelsea a los Docklands...vosotros me diréis...
El sol hizo que aquello brillara con los colores de la cover del Face to Face y que sus mariposas aletearan en el estómago, me sentí tan estúpidamente feliz como el phenomenal cat y , sinceramente, no se debe vivir nada mal en Muswell Hill, la joie de vivre davisiana con ese toque de vinagre de arándanos proviene de nacer, crecer y absorber todo lejos del mundanal ruido, en ese pequeño paraíso.
Todo está en su sitio, todo es amable y te acuerdas de las fechorías urbanísticas que se han cometido en el centro, soy del Príncipe Charles, lleva razón...aquí otro reaccionario arquitectónico.
Ahora bien, aquello no es un barrio, aquello es Neguri, una clase acomodada es lo que ha tenido que vivir siempre en ese garden of eden o ¿será que las barriadas de antes son palacios comparadas con las porquerías de adosados actuales?
No es de extrañar por tanto que Ray fuera un ser tan ilustrado, tan cultivado ,  a pesar de caer preso en las garras del malvado r&roll y su sorbito de macarreo.
Tras pasar por la espléndida bookshop del Broadway donde había una selección magnífica de libros de rock salvo de sus Hijos Predilectos, manda huevos...nos dirijimos a Fortis Green, donde las teashops y los ladrillos rojos y negros de canto sonreían al ritmo de Lavender Hill, entre el vodevil y la polka y al fondo, la humilde Denmark Terrace 2 o la casa cuna donde seis hermanas malcriaban a sus dos hermanitos pequeños a base de fiestas con old time music y retazos del skiffle: Rock Island Line total.


Y pensamos que menuda casa tan pequeña para tanto hijo pero es que las casas inglesas empiezan por el fondo, en el backyard y nunca se pueden calcular sus múltiples y preciosos recovecos.Esas moquetas en las escaleras de madera, esas puertas de emergencia de incendios, ese continuo mind your head...que sino chichón.



Enfrente The Crissold Arms ese encantador pub donde debutó la primera banda colegial  de los chavales, justo al otro lado. Todo está en su sitio en Fortis Green, hasta el pub y dentro un pequeño santuario de memorabilia vistosa, en tecnicolor, en un comedor tan amable que parece el puente de Yes Sir No Sir.
Mirad qué tontada parece lo que digo pero algunos de los días más felices de mi vida están relacionados con viajes musicales, yo me lo creo todo porque en realidad más que mitómano me gustan los detalles y nada, nada es igual ya en ese estado imaginario que llamamos Kinkdom, ha pasado a otro nivel, al de saber que la intuición es la dueña de la verdadera percepción y que tenía que encajar todo de esa manera.
Hace bastantes meses Anónimo E decía algo parecido a que le gustaría vivir en un planeta habitado por sus canciones. Desde luego si hay algo que se parezca a ese Shangri-La es Muswell Hill, las cosas como son, los genios nacen pero se desarrollan en un entorno que les marca con hierro incandescente y no veo mejor ejemplo de escenario para la canción pop que ese encantador suburbio encima de la colina.

God save Muswell Hill and The Kinks.

2 comentarios:

  1. Qué envidia, qué maravilla, qué salivación, qué demasié, es el planeta habitado por nuestras canciones. El verano que viene quiero ir en San Fermines a Londres, ya estoy ahorrando. Así que si no te importa, te molestaré dentro de unos meses haciéndote preguntas. Ya lo siento His Joserraness pero si no te pregunto a ti a dónde ir no le pregunto a nadie.

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  2. Emocionante la descripción de tu paseo por Daviesland. Le has puesto letra a muchas de las sensaciones que suelo sentir en mis fieles rondas por Kinkdom.

    Felicidades por el texto.

    Por cierto, y como info para tí y para los dedicated followers de tu estupendo blog, anunciar que está a punto de salir del horno la primera Spanish Kinks Convention. Aun no está publicitada debidamente (algo que habrá que hacer en su momento) pero, como adelanto, ya está cerrada la fecha (Sábado 19 de noviembre), la ciudad (Madrid), el local (Sala Costello) y hasta la banda que rendirá tributo al catálogo: The Village Green Experience.

    Keep Kinky.

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Amo la música más que a todo.

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Todos los textos pertenecen a Joserra Rodrigo salvo citas y párrafos con su autor referenciado.