miércoles, 15 de julio de 2015

CRÓNICA DEL CONCIERTO DE BOB DYLAN EN GRANADA POR ALEJANDRO VIZCAÍNO

Me apetece invitar a la Land a un chaval de 17 años ( un año menos que mi hijo!!!!) que ha escrito esta hermosa crónica del concierto de Granada, el día previo al que acudí yo, el de Córdoba.
Me parece que divulgar el arte de Dylan tiene una recompensa suprema pero difícil y es que haya cambio de guardia. Gracias de corazón Alejandro por tu preciosa crónica.
La arruga de Bob Dylan es bella.



Searching for Bob Dylan. 
Por Alejandro Vizcaíno 


40º centígrados marcaba el termómetro del coche. Dirección a Granada solo se me pasaba por la mente un nombre: Bob Dylan. A pesar de que llevábamos en el coche puesta una carpeta con el supuesto setlist que tocaría esa misma noche, los nervios por algo inesperado no se me quitaban. El tremebundo calor al sacar un brazo fuera del coche provocaba un efímero pensamiento maldiciendo la hora en la que deberíamos de hacer cola para ver al genio de Minnesota.
Después de una odisea perdiéndonos por el Albaicín, después de haber recorrido diferentes bares bebiendo exóticos brebajes locales tales como la follaza y después de habernos acostumbrado psicológicamente al horrible calor de la ciudad, por fin llegamos a ese edificio tan sobrio y amplio llamado Palacio de los Deportes de Granada. Había mucha variedad de personas; gente que estaba haciendo cola desde las 11:00h, un hombre con el ojo de Dylan tatuado en un brazo y con Robert Johnson en el otro, la famosa mujer del ''I need a free ticket'' (cuyo nombre no me acuerdo pero que vio el concierto al lado mía, es decir, que al final sí consiguió su entrada), una bloguera española que residía en Viena y con la que hablé bastante tiempo sobre Dylan en Woodstock y The Last Waltz... En fin, gracias a un conocido dylanita que reside en Gijón y al cual conocía por Facebook, pude entrar entre los primeros y colocarme en primerísima fila dispuesto a ver al más grande entre los grandes, al maestro de maestros, al hombre que inspiró a múltiples generaciones, a Bob Dylan.

Conocimos a dos chicas procedentes de Málaga y Sevilla, cuya compañía junto a la de la bloguera fue crucial para superar la ardua espera. Acto seguido del concierto de Soleá Morente y los Evangelistas, cuyo sonido no es que digamos que fuera acertado, el escenario empieza a cobrar forma para albergar en media hora el que será uno de los mejores conciertos de mi vida.

Empezando por la izquierda tenemos el equipo de Stu, la batería y percusiones de Receli, el contrabajo y bajo eléctrico de Tony, las guitarras y amplificadores de Sexton, el pedal steel, violín, mandolina, lap steel y banjo de Donnie y a la izquierda del todo el piano de cola de Dylan. Todo esto rodeaba los cuatro micros del centro, tres de los cuales estaban apagados habiendo solamente encendido uno, el tercero por la derecha.  ¿Por qué cuento esto? Simple y llanamente porque el piano de cola de Bob estaba arropado por diferentes objetos bastante pintorescos, digamos. Dos bustos blancos, uno de Beethoven y otro femenino (el cual se cree que lo compró en Australia), inspiran la sensación de que dos ilustres personajes históricos vayan a estar mirando (Ludwing Van) y escuchando (la fémina) atentamente a Dylan sobre el escenario interpretar sus diferentes obras. A espaldas del piano tenía el Oscar ganado por Things Have Changed, la canción con la que empezaría el concierto. De la estatuilla colgaba un collar de bolas, y a su vez había otro igual puesto en un pie de plato de la batería, según creo recordar. La bloguera de enfrente mía que lo había seguido por toda España me comentó que o bien no se había fijado, o bien esos collares no han estado presentes en los demás conciertos de la gira española. A todo esto el chico de al lado de ella, con el cual había estado hablando también antes del concierto, nos comenta la historia de esos collares. Resulta que en el carnaval de Nueva Orleans las lugareñas salen a los balcones a bailar al son de la música y los hombres les piden que enseñen sus pechos, a cambio de esto, ellos les tiran un collar. Al final de la celebración, la mujer que más collares tenga se convierte en la Reina del Carnaval de Nueva Orleans. Al escuchar esta historia me quedo pensando, perplejo, que este concierto va a ser diferente a los demás en cuestión de emociones y de entrega del judío.

En el momento más inesperado se apagan las luces, ya era la hora. Los gritos llenan un Palacio de los Deportes abarrotado de gente expectante mientras suenan los golpes de gong que inician el concierto. Ahí es cuando entra en escena Stu, con su elegancia y su guitarra acústica tocando una melodía en el tono de la primera canción, Things Have Changed. La banda se prepara y, dando la entrada Receli, se encienden los grandes focos iluminando a His Bobness. Situado en medio, descarado e impecable, Bob Dylan grita el primer verso. Sí, lo grita, como en aquella gira con The Hawks en 1966, pero esta vez con esa voz tan aparentemente implacable y curtida al mismo tiempo. I’m a worried man I got a worried mind, canta envuelto en aplausos y gritos de un público enfervorecido que verdaderamente sabe quién está ahí cantando para él. El sonido es lo más orgánico que uno se puede imaginar, tanto Charlie como Tony llevan una torre de aparatos que inmediatamente me recuerdan a la grabación de Lanois en el Time Out Of Mind. Volviendo a la canción, el controlado pero a la vez frenético ritmo de batería hace mover tu cuerpo como nunca antes lo ha hecho junto al marcado ritmo del bajo y ese pedal steel tan preciso y fulgente. Charlie no se inmiscuye en el fraseo de Bobby, solamente cuando este termina de cantar aquel mete sus arreglos, tan variopintos y tan acertados que te da la impresión de que el guitarrista está en constante improvisación. 

Acaba el tema que le dio el Oscar con los amados Mr. Jinx y Miss Lucy y con un bailoteo de Bob (como es habitual) para dar entrada a un clásico reconvertido conservando su esencia, She Belongs To Me. Una canción baja (hablando de frecuencias), digamos. Lo que prevalece son los tres acordes clavados de Sexton y de Stu, el bajo, y el bombo y el floortom de Receli. Todo esto compone una atmósfera de la cual no te puedes salir, el universo de Dylan te atrapa, tu mente queda embaucada y llega el momento donde solo tienes ojos para Bob. Puede parecer muy platónico y fantasioso, pero es pura verdad, realidad racional mezclada con una atractiva irracionalidad. For Halloween give her a trumpet and for Christmas buy her a drum, así acaba esta canción dedicada a aquel espíritu libre, a aquella artist who don’t look back. 

Seguimos con Beyond Here Lies Nothin’, un tema que empieza muy fuerte desde el principio. Al fin Dylan se sienta al piano. Jugando con dos notas y repitiendo ese leitmotiv característico, técnicamente en grupos de múltiplos de tres o añadiéndole una tercera nota, crea un ambiente de cabaret, de club sureño de los años cincuenta. Sexton y Donnie sobre todo se quedan con la copla de lo que hace el maestro con el piano, a veces repitiendo la melodía con la voz. De esta manera ejecutan el Lonnie Method del que habla en Crónicas: You can use the 2 three times. Or you can use 4 once and 7 twice [...] The possibilities are endless [...] I'm not a numerologist. I don't know why the number 3 is more metaphysically powerful than the number 2, but it is. 

La siguiente será Workingman’s Blues #2, uno de los grandes momentos del concierto. Siguiendo a Lonnie otra vez, Dylan desgaja completamente la canción reconstruyéndola sobre un patrón de seis notas sobre la diatónica. De esta manera crea una melodía que no se te va de la cabeza, algo parecido a Long and Wasted Years. Uno de mis fraseos preferidos es el de: the buying power of the proletariat’s gone down, lo dice derrochando elegancia y contundencia al mismo tiempo, algo que solo él puede hacer. 

Terminado este supuesto blues, el judío continúa con Duquesne Whistle, la puerta del Tempest. Como es habitual después de la pequeña introducción instrumental, Bob entra cantando por lo alto, can’t you hear that Duquesne whistle blowing? Como todos los primeros temas de sus discos, Dylan nos regala aquí otra maravilla acompañada de su peculiar estilo al tocar el piano de cola. Un hecho ineluctable es que esta canción gana bastante en directo gracias en gran parte a la finura de Sexton en el apoteósico solo del final y al groove del contrabajista.

Está The Last Waltz y luego está The Waltz, como me decía un amigo al escuchar el siguiente tema. Dylan sigue con un cadencioso Waiting For You, este tema compuesto para la banda sonora de Divine Secrets of the Ya-Ya Sisterhood sufre una pequeña metamorfosis ralentizada en directo para convertirse en The Waltz. Una composición en ¾ digna de ser bailada junto a un vals de Strauss en un salón vienés es interpretada a cinco metros de mis ojos. 

Bob Dylan, sentado al piano, termina de interpretar esta rareza dentro de su obra musical para dar paso a la potente Pay In Blood. Con esos altibajos de intensidad característicos en la nueva versión de la quinta canción del Tempest, Bob vuelve al centro de la escena cantando de una forma más fina que en el disco esta oda que posiblemente puede referirse a la hipocresía que nos rodea día tras día en Occidente. Acto seguido de soltar aquel “I pay in blood but not my own” Dylan se coloca al lado de sus músicos marcando el final con un aire aparentemente chulesco. Se apagan las luces y ahora es cuando viene la sorpresa. Los músicos afinan, Dylan en la oscuridad habla primero con Stu, después con Receli, con Tony, con Charlie y acaba con Donnie. ¿Algo pasa? No lo sé, seguiría con Tangled Up In Blue… Dos días antes había tocado en Madrid previamente al descanso un trozo de I’m a Fool To Want You cambiando después a Full Moon And Empty Arms, ¿había posibilidades de que tocara la primera en Granada? Sería raro, ya que solo la había tocado dos veces en toda la gira europea… 

La víspera del concierto y en la cola yo ya iba diciendo que me olía I’m a Fool To Want You. Mis augurios se hicieron realidad. El pedal steel comienza la preciosa melodía del primer tema del Shadows In The Night, puede que siguiera con Full Moon And Empty Arms, pero yo ya veía como Charlie, como Tony y como el resto de los músicos estaban preparados. Se encienden tenuemente los focos y se escucha a Dylan cantar: I’m a fool to want you, I’m a fool to want you… El Palacio de los Deportes se llena otra vez de gritos y aplausos, las gradas se caen abajo… El maestro cantando con aquella voz tan limpia, sentimental y en su lugar hace partir el corazón a todos los oyentes, o por lo menos a mí y a mi alrededor. Antes del “time and time again I said I’d leave you” vuelve a aflorar en el pabellón una ola de aplausos y ovaciones que hacen del concierto una laguna de almas cautivadas por la música que His Bobness y su banda interpretan en aquel momento. Sentía como Sinatra miraba a Dylan desde los cielos guiñándole un ojo mientras se reía. 

El “but right or wrong I can’t get along without you’’ da paso a otro momento de derroche de energía y dejadez de garganta para introducir a un tema del Blood On The Tracks, Tangled Up In Blue. Otro de los momentos álgidos del concierto empieza a sonar con la guitarra acústica de Stu, el pedal steel de Donnie y poco más. Esta vez de una forma más reconocible Bob ejecuta un clásico acompañado de una interpretación de armónica magistral. Su instrumento por antonomasia llena con pocas notas todo el pabellón, cada una de ellas es un flechazo de Cupido que se te clava y del cual no te puedes desembarazar. Al final del magistral fraseo de la primera estrofa (cambiada, por cierto): “Heading out for the East Coast Radio blasting off the news, straight on through, tangled up in blue” llega la subida de intensidad. Esta se mantiene hasta el final, cuando Dylan de repente se sienta en el piano después del solo de armónica y concluye la canción con la última estrofa y otro breve leitmotiv pegadizo de notas de piano junto a una melodía vocal rompedora. Dyos se levanta, se coloca en el centro y anuncia un descanso de veinte minutos. Ahora toca sudar y asimilar la primera parte del concierto.

Entre conversaciones con los amigos y los colegas de enfrente se vuelven a apagar las luces, ahora es el turno de High Water. Una línea continua de banjo te emplaza hasta el Mississippi, como si tú fueras parte de esa historia de amor rodeada de tragedia. Por un momento parece que las aguas del río Genil inundan el pabellón a pesar de su escaso caudal. 

El marcado final del tema da paso a una de mis favoritas, Simple Twist Of Fate. Un Bob emocionado suelta cada frase como si fuera la última. La compenetración Sexton-Dylan se ve claramente aquí con motivos como el que Charlie hace cuando el bardo canta “he hears the ticking of the clocks”, simulando un dulce reloj con la guitarra, al puro estilo Live at Budokan. A mitad de la canción Dylan vuelve a soplar esa maravillosa armónica que una vez más vuelve a cautivar al público de una manera apabullante. Minutos antes en la cola se estaba hablando de que Bob cambió la letra de esta canción en Madrid, en lugar de decir “she was born in spring” dijo “she was born in Spain”. Ya preparados, el sector primera fila estuvimos atentos al verso. Efectivamente, Dylan nos hizo esa concesión inolvidable. Las diez personas que estábamos atentas gritamos y aplaudimos a más no poder durante unos segundos, puede que le resultara indiferente a Bob, pero nosotros debíamos agradecérselo y no había otra manera de hacerlo dentro de nuestra histeria… 

Con la carne de gallina escuchamos el principio de Early Roman Kings. Un clásico blues de doce compases hace sentir el alma de Muddy Waters cerca de los oyentes, que no pueden evitar un inconsciente movimiento de cabeza al escuchar cada acorde. 

Llega el momento de Forgetful Heart, para muchos la mejor canción del concierto. Aunque bajo mi punto de vista no haya mejor canción ya que no existe un criterio objetivo establecido en estos casos, es indiscutible que el contrabajo de Tony Garnier acariciado por su arco y sus dedos, junto al violín de ensueño de Donnie Herron y junto a la armónica del gran Dylan, crean un ambiente que hace que te eleves directamente a la idea de Bien. 

Por unos segundos bajas del limbo para adentrarte en otro mundo, los primeros acordes de Spirit On The Water empiezan a sonar. Esta es la canción por excelencia con la que Dylan demuestra su habilidad y gusto con el piano. La onírica interpretación de Bob y aquellas partes instrumentales que te inmiscuían en un éxtasis del cual no podías salir provocaban una dulce sacudida en tu cuerpo. La voz de Bobby llegaba hasta los confines del mar Mediterráneo con los preciosos versos “If I can’t have you, I’ll throw my love into the deep blue sea”. Una vez más Bob nos transporta hacia ese paraíso hacia el cual él no se puede dirigir, ya que según esta canción él mató una vez a un hombre allí… Justo al acabar y entre aplausos His Bobness suelta un tímido thank you en el micro.

Por decimoquinta vez se apagan las luces, Donnie se carga el banjo y Bob da paso a una sombría y oscura Scarlet Town. Para mi sorpresa se posiciona en el centro, soltando cada verso de una manera cuidadosa, describiendo de lo general a lo particular lo que se cuece en aquella ciudad donde el fin está muy próximo. 

Al terminar Herron vuelve al pedal steel y Dylan al piano para interpretar la poderosa Soon After Midnight. El fondo del escenario se llena de pequeñas estrellas mientras Bob canta de una manera delicada y sofisticada otro regalo del Tempest, lleno de juegos de palabras como el conocido “Charlotte’s a harlot, dresses in scarlot”. Charlie se marca un solo siguiendo el patrón del disco mientras suena una aparente improvisación de Dylan al piano de cola. Una vez más me encuentro extático frente a la banda, que parece que cobra un sentido de unidad y horizontalidad al estar Bobby en el piano.

Ya va llegando el final del concierto, esto no quiere decir que quede lo malo, sino la crème de la crème. La obra maestra del Dylan del siglo XXI, la Like A Rolling Stone de nuestros tiempos, empieza a sonar desde el principio de una forma envolvente. Esas seis notas ascendentes y descendentes que componen Long And Wasted Years hacen explotar mi mente al igual que el golpe de caja que abre el Highway 61 Revisited. Aquí un enérgico Dylan en el centro del escenario canta como nadie podrá hacer su tema estrella del Tempest. Al final de él, el sector primera fila una vez más no podemos resistirnos en cantar a grito limpio el “so much for tears, so much for these long and wasted years”. 

De improvisto Dylan nos mira y se ríe. Una sonrisa que se pierde en la oscuridad y que no olvidaré en el resto de mi vida. Acto seguido otro sinatrazo, Autumn Leaves, suena en Granada. Llega otra vez la voz limpia y pulida junto al pedal steel y el arco en el contrabajo. Finalizando la canción Dylan se apoya en el piano limpiándose el sudor de la cara, parece cansado, aunque más tarde nos daremos cuenta de la incombustibilidad del judío. De esta manera cierra el segundo acto del concierto para dar paso a los bises.

Las gradas se levantan y hacen algo que nunca he visto en un concierto, se ponen a pegar pisotones en el suelo al unísono, tal y como en los partidos de fútbol. Mientras tanto los que estamos en pista gritamos y aplaudimos como unos desquiciados, mis emociones se disparan. Este es el verdadero público que todos queremos para Dylan. Resulta inevitable esbozar una sonrisa tonta al escuchar a más de cuatro mil personas reclamar a tu ídolo.
La cuadrilla de Dylan sale a escena entre la misteriosa oscuridad, el último es él. Se sienta al piano y sin decir palabra empieza el esperado clásico. Blowin’ in the Wind suena con una melodía totalmente nueva y una interpretación vocal y musical de Dylan claramente perfecta. El icono del folk y de la música protesta de los años sesenta, el mismo que tocó en la marcha por los derechos civiles de Washington presentado por Martin Luther King se encuentra ante mis ojos cantando uno de sus himnos. Escalofríos de emoción me entran por todo el cuerpo. Al terminar, la banda y él vuelven a salir. Al poco tiempo entran por última vez. Esto ya se acaba. Dylan se posiciona en medio y Stu se dispone a tocar los primeros acordes de Love Sick con su Stratocaster. La canción claramente más potente del concierto en cuestión de intensidad y fuerza se desarrolla con una magistral parte instrumental a mitad del tema. Sexton está al máximo, Dylan con las piernas abiertas suelta cada palabra con una emoción apabullante: “I’m sick of love, and I wish I’d never met you”, los pelos como escarpias. Todo pasa y todo queda, decía Machado. Love Sick termina. Se apagan y se encienden las luces. 

Un Dylan inquieto se pone a hacer sus extraños y característicos movimientos con las manos en medio del escenario, mirando al público de forma desafiante, contoneándose un poco mientras la banda se coloca detrás de él de forma cauta dirigiendo una mirada general a los oyentes. Se vuelven a apagar las luces. Alguien le tira flores a Bobby, este hace el amago de salir, sin embargo sorprendentemente va hacia la esquina del escenario, coge las flores y se marcha. La última frase de Love Sick “just don’t know what to do I’d give anything to just be with you” se me queda en la mente junto a la salida entre la negrura de Dylan. Intuyo que rápidamente un monovolumen lleva a Dyos a su próximo destino mientras nosotros nos quedamos aplaudiendo y gritando, extasiados, esperando otra salida triunfal que nunca ocurrirá. Los amplificadores son apagados y de repente música clásica suena en el Palacio de los Deportes. Pienso en ese momento en la escena del No Direction Home cuando Bob Dylan después de ser abucheado por su electrificación en el Royal Albert Hall se va rápidamente a su coche mientras suena igualmente música clásica.

Salgo del Palacio de los Deportes de Granada hacia el hostal pensando en que he visto al mejor Dylan de las últimas décadas, al Dylan de la arruga. Un Dylan que calla bocas constantemente, esta vez limpiando su voz y haciendo un concierto de crooner reivindicando su presente y huyendo de la leyenda. Ya lo grité algunas veces en el concierto, pero en estos momentos solo puedo decir una cosa, thank you Bobby.

2 comentarios:

  1. Dios mío, ¡qué maravilla de crónica! ¡Bravo! ¡Bravo! Digna de un concierto de altísimo nivel como éste. Enhorabuena, Alejandro, por la reseña y, sobre todo, por la experiencia. Brutal.

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  2. Hola Joserra, muy buena crónica del chaval y muy buena (como siempre) la tuya de Córdoba concierto al que no asistí por miedo a asarme vivo, este año le he visto en Lucca y Madrid.

    Aquí dejo un link desde donde podrás descargar el concierto de Granada y el de Córdoba (y unos cuantos más)

    http://www.audioplanet.biz/t62803p100-dylan-europa-2015

    Saludos,

    Ramón

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Amo la música más que a todo.

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Todos los textos pertenecen a Joserra Rodrigo salvo citas y párrafos con su autor referenciado.