jueves, 17 de diciembre de 2009

EL PRÓLOGO DE CUENTOS POP


One, two, three, four…Así comienza el pegadizo tema de Feist que tantos ipod nanos consiguió vender. Después del pistoletazo de salida llega ese “pedacito de gloria” que es, sin duda, la mejor forma de definir la canción pop y la manera en que el autor describe la necesaria dosis diaria de maná para sus entrañables yonquis en Amor Abollado.

Intro-estrofa-estribillo-puente o la perfecta estructura para soñar. No podían imaginar los cuatro de Liverpool la que iban a liar cuando She loves you llegó a todos los hogares del planeta Tierra.

Federico Montalbán interpreta ese arte, lo vive y nos regala una historia por cada canción seleccionada, desarrollando el esquema aludido: ¡pin, pan, pun, pop! No se permite el viejo truco de divagar y utiliza el relato corto adaptado a la fuente de inspiración.

La canción pop es la manera más perfecta de novelar tres minutos de experiencia dentro de una melodía de tres acordes de guitarra. Están compuestas para usarse y se pueden adaptar a circunstancias y necesidades. Son las pastillas revitalizantes con las que podemos sobrevivir en multicolor dentro de un mundo gris.

Pueden sumergirte en todo tipo de estados: lanzarte a las calles o encerrarte en una dulce reclusión. Sirven de cuaderno de bitácora o generan la más absoluta repulsión. Están compuestas para no dejarte indiferente.

Tienen carácter multiuso. Para el fan son el guión de su película, le ayudan a superar dudas y prejuicios; al romántico le sugieren la hermosa vía hacia el desamor que tan bien viste a una canción.

También están las que te dan ganas de “invadir Polonia”, como dice Woody Allen, y otras en las que descubres que todos los problemas en los que interviene la política no se resuelven para el que los sufre de verdad. Pero la más pura es aquella que relacionas con tus años salvajes, cuando sigues en tren a tus ídolos y rompes mesas bailando en garitos en cuanto sale por los bafles tu hit amado.

Y todo en el pop es cuestión de unas gotitas de magia y de no pasarse, es un frágil equilibrio que se convierte en sólido, no vaya a ser que nos pase como a esos “amantes de Teruel” inducidos por la pócima del Mil millones de veces.

Es un arte. De ahí que en nuestro corazón se queden las elegidas, las que nos calzan, las de enmarcar, aquellas que dan con la fórmula maestra.

La incomunicación, el I can´t get no satisfaction , es una constante sin la que no se entiende el primer trabajo de cualquier grupo, y esa actitud punki está en varios de los personajes de Federico Montalbán.

Son un catálogo de sentimientos básicos: de la traición a la decepción (¡ay mis Vainica! ¡qué gloria!), de la euforia a la venganza (un tratado de política de recursos humanos en Penalti y expulsión, ¡sí señor!) y de la relación paterno-filial (en El ratoncito del estudio).

¡Qué nostalgia y qué risa nerviosa al leer la cita de De los Apeninos a los Andes! Se me hizo un nudo en la garganta al recordarla y, en un soplo, comprobé que ya estaba mi congoja de niño almacenada en esa fono-videoteca de Alejandría que es Youtube. Esa inocencia perdida que tan bien se recupera en estas páginas.

Las canciones pop tienen un poder transformador y no tienen talla, son elásticas, ni S, ni L, ni XL, te sirven durante todo tu crecimiento. Identifican periodos e incluso se los saltan y su efecto placebo es conmovedor, aunque corres el riesgo de convertirte en adicto. Eso sí, son elixir de juventud que diría el maestro Antonio Vega.

Pero todas tienen un final, allá por el minuto 3:30, como mandan los cánones. Una posible continuación que se deja a nuestra imaginación. Muchos no tenemos el valor de escribir el último capítulo de esa corta trama y lo dejamos en nuestro subconsciente, pero Federico es valiente y se pone manos a la obra. Esa abstracción sonora de corta duración pero larga emoción tiene aquí su desarrollo, se amplía el mensaje o se torna, si cabe, más atrayente y enigmático.

A todo ello contribuyen las potentes y precisas ilustraciones de José María Casanovas, hijas de la misma cultura que ha marcado a nuestra generación. Así, tras un golpe de varita, se convierten de cuentos en una especie de outtakes de las propias canciones… ya no las vas a escuchar igual, les añade valor.

Las canciones pop son accidentes en nuestra vida, son lo que yo llamo pequeñas epifanías y sus secuelas están perfectamente reflejadas en estos magníficos cuentos, escritos por un “diabético” de la insulina pop.

Recordando aquella canción mítica de Los Rodríguez: El pop es nuestra enfermedad y la mejor terapia es dar rienda suelta a lo que padecerla implica.

One, two, three, four…Así comienza el pegadizo tema de Feist que tantos ipod nanos consiguió vender. Después del pistoletazo de salida llega ese “pedacito de gloria” que es, sin duda, la mejor forma de definir la canción pop y la manera en que el autor describe la necesaria dosis diaria de maná para sus entrañables yonquis en Amor Abollado.

Intro-estrofa-estribillo-puente o la perfecta estructura para soñar. No podían imaginar los cuatro de Liverpool la que iban a liar cuando She loves you llegó a todos los hogares del planeta Tierra.

Federico Montalbán interpreta ese arte, lo vive y nos regala una historia por cada canción seleccionada, desarrollando el esquema aludido: ¡pin, pan, pun, pop! No se permite el viejo truco de divagar y utiliza el relato corto adaptado a la fuente de inspiración.

La canción pop es la manera más perfecta de novelar tres minutos de experiencia dentro de una melodía de tres acordes de guitarra. Están compuestas para usarse y se pueden adaptar a circunstancias y necesidades. Son las pastillas revitalizantes con las que podemos sobrevivir en multicolor dentro de un mundo gris.

Pueden sumergirte en todo tipo de estados: lanzarte a las calles o encerrarte en una dulce reclusión. Sirven de cuaderno de bitácora o generan la más absoluta repulsión. Están compuestas para no dejarte indiferente.

Tienen carácter multiuso. Para el fan son el guión de su película, le ayudan a superar dudas y prejuicios; al romántico le sugieren la hermosa vía hacia el desamor que tan bien viste a una canción.

También están las que te dan ganas de “invadir Polonia”, como dice Woody Allen, y otras en las que descubres que todos los problemas en los que interviene la política no se resuelven para el que los sufre de verdad. Pero la más pura es aquella que relacionas con tus años salvajes, cuando sigues en tren a tus ídolos y rompes mesas bailando en garitos en cuanto sale por los bafles tu hit amado.

Y todo en el pop es cuestión de unas gotitas de magia y de no pasarse, es un frágil equilibrio que se convierte en sólido, no vaya a ser que nos pase como a esos “amantes de Teruel” inducidos por la pócima del Mil millones de veces.

Es un arte. De ahí que en nuestro corazón se queden las elegidas, las que nos calzan, las de enmarcar, aquellas que dan con la fórmula maestra.

La incomunicación, el I can´t get no satisfaction , es una constante sin la que no se entiende el primer trabajo de cualquier grupo, y esa actitud punki está en varios de los personajes de Federico Montalbán.

Son un catálogo de sentimientos básicos: de la traición a la decepción (¡ay mis Vainica! ¡qué gloria!), de la euforia a la venganza (un tratado de política de recursos humanos en Penalti y expulsión, ¡sí señor!) y de la relación paterno-filial (en El ratoncito del estudio).

¡Qué nostalgia y qué risa nerviosa al leer la cita de De los Apeninos a los Andes! Se me hizo un nudo en la garganta al recordarla y, en un soplo, comprobé que ya estaba mi congoja de niño almacenada en esa fono-videoteca de Alejandría que es Youtube. Esa inocencia perdida que tan bien se recupera en estas páginas.

Las canciones pop tienen un poder transformador y no tienen talla, son elásticas, ni S, ni L, ni XL, te sirven durante todo tu crecimiento. Identifican periodos e incluso se los saltan y su efecto placebo es conmovedor, aunque corres el riesgo de convertirte en adicto. Eso sí, son elixir de juventud que diría el maestro Antonio Vega.

Pero todas tienen un final, allá por el minuto 3:30, como mandan los cánones. Una posible continuación que se deja a nuestra imaginación. Muchos no tenemos el valor de escribir el último capítulo de esa corta trama y lo dejamos en nuestro subconsciente, pero Federico es valiente y se pone manos a la obra. Esa abstracción sonora de corta duración pero larga emoción tiene aquí su desarrollo, se amplía el mensaje o se torna, si cabe, más atrayente y enigmático.

A todo ello contribuyen las potentes y precisas ilustraciones de José María Casanovas, hijas de la misma cultura que ha marcado a nuestra generación. Así, tras un golpe de varita, se convierten de cuentos en una especie de outtakes de las propias canciones… ya no las vas a escuchar igual, les añade valor.

Las canciones pop son accidentes en nuestra vida, son lo que yo llamo pequeñas epifanías y sus secuelas están perfectamente reflejadas en estos magníficos cuentos, escritos por un “diabético” de la insulina pop.

Recordando aquella canción mítica de Los Rodríguez: El pop es nuestra enfermedad y la mejor terapia es dar rienda suelta a lo que padecerla implica.



Una perla pop!

6 comentarios:

  1. Soy mas Rock que Pop, mas Stones que Beatles.pero me has maravillado con tu post.
    Un abrazo

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  2. Un prólogo sobre un libro de canciones pop. ¿Quién te iba a decir que te ibas a ver en una de éstas? Puro Rob Fleming, puro amor por algo tan simple y complejo a la vez. Difícil sintetizas esa pasión pero lo has conseguido, siempre lo consigues, Joserra. Seguro que un placer, un honor para ambos, autor y prologuista. Por supuesto que voy a comprar el libro. Cuando vaya a Salamanca, si no lo tienen, lo encargo.

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  3. Tsi: yo tb soy más de Rolling que de Beatles, i´m a soul man!!!!! pero como tú dices música buena y mala, esa es la cuestión.
    Thank you friend.

    Atalanta: Muchas gracias..qué tal llevas la Ruper adicción?
    Pronto le veré en directo por aquí. Ya le diré que le debe un bolo a Rodri City.Un abrazo.Espero no os congeleis de frio por el oeste...aqui estamos helados!

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  4. Perfecto , ni mas ni menos. Son canciones , dos , tres ó cuatro minutos de música con/sin letra a través de los cuales un tipo/a pretende expresar y trasladarte algo (emociones , sentimientos, historias ó simples ganas de bailar) . Nosotros para entendernos las clasificamos bajo diversos géneros (soul, pop , rock , blues, folk, funk, bossa....) a veces difíciles de definir, pero eso al final es lo de menos . Se trata de que a uno le pellizquen , por melodia, ritmo , una frase , ó cualquier otra cosa porque eso no lo decide uno , ocurre y ya está. Se llamen "Waterloo sunset", "Back door man", "Atrás", "Itchycoo park", "Mr Fantasy" , "Last train to Georgia" , "Rosalita", "Dancing queen" "Blitzkierg pop" ó "Idiot wind" ó las que cada uno tenga en su particular e infinito santoral.
    Me encanta por eso lo del "song of the day".
    Saludos

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  5. Anónimo e: Joder...
    "Diamonds by the yard", "Midnight Train to Georgia", "Reason to believe", "Train in Vain", "Tren das Cores", "Sweet Thing","A song for you"(la de Gram y Leon Rusell y Hathaway, ambas),"Foreign Affair" (mira Cava!),"Rocks off", "Ahora quiero estar mejor", "Berandu Dabiltza", "Manish Boy", "Dirty Man", "Lucky old Sun", "Refugee","Kid", "Something about what happens when we talk","Never dreamed I leave you on summer" ,"Every grain of sand", " Au dessus des rues", etc.etc.
    Minutitos de gloria inexplicables.
    Un abrazo gemelo!

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  6. El prólogo ha sido un lujo. A los periodistas que han escrito algo sobre el libro les está dando mucho juego y lo citan bastante.

    Y sobre las etiquetas, lo de "pop" está dando mucho juego. Es divertido divagar si una canción es esto o lo otro. Aunque, efectivamente, lo importante es la música.

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Amo la música más que a todo.

Amo la música más que a todo.
Todos los textos pertenecen a Joserra Rodrigo salvo citas y párrafos con su autor referenciado.